Cada 6 de diciembre, y con un exclusivo protagonismo infantil, las calles de Burgui reviven una tradición antiquísima, antaño muy extendida en Navarra y actualmente reducida a tan solo unas pocas localidades que la conservan como una auténtica joya. Es la fiesta en honor a San Nicolás.
Los testimonios orales recogidos hasta ahora permiten certificar que en el siglo XIX ya se celebraba esta fiesta en Burgui. Sin embargo, es muy probable que sus orígenes se sitúen varios siglos atrás.

La fiesta en cuatro pasos

1. Elección. Reunirse en “arigüeña” era el primer paso de este ritual; tenía lugar aproximadamente un mes antes de la fiesta de San Nicolás. Los niños mayores, de unos 12 años, cuando salían de la escuela iban a la cueva próxima al puente medieval, encendían fuego y allí hacían una especie de cónclave secreto en el que se hacía el reparto de todos los cargos, es decir, se elegía obispo, dos canónigos, un alcalde con vara, un bandejero (el que recogía el dinero), dos cesteros, un alguacil (el que echaba el bando la víspera), dos hueveros, y dos espederos. Doce niños en total.

2. Bando. La víspera, el 5 de diciembre, un niño o niña recorre las calles de la villa. Se detiene siempre en las mismas esquinas, y allí, tras el toque de una corneta, proclama el siguiente bando:

Del orden del señor Alcalde
hago saber
que mañana, día del señor Obispo,
todos los animales
deberán estar encerrados,
y los que no lo estén,
serán cogidos, sacrificados y comidos
en casa del señor Obispo.

3. Cortejo. La puesta en marcha de la comitiva el 6 de diciembre suele ser entre las 9 y las 9’30 de la mañana, empezando por las casas más altas del pueblo, bajando después por el resto de calles. Esta comitiva va encabezada por el obispo, seguido de todo su séquito. En su recorrido por calles y barrios, ante cada casa, tras llamar a la puerta y esperar a que salga la dueña, la comitiva infantil entona la siguiente canción:

Hoy es el día de San Nicolás,
todos los niños de fiesta están,
en esta casa todos esperan
la limosnica que nos alegra,
y el señor obispo les bendecirá.

Vengan vengan los huevos,
las chulas y los cuartos,
y alguna otra cosica,
que si no, no nos vamos.
Si nos dan, no nos dan,
las gallinas camparán.

La señora de esta casa
es una santa mujer,
pero más santa sería
si nos diera de beber.

Compadézcanse señores
de estos pobres estudiantes
que celebramos la fiesta
muy contentos y galantes.

En respuesta a estas coplillas normalmente la dueña, o los dueños, de la casa, hacen entrega de alimentos o dinero a los miembros de esta comitiva, quienes los distribuyen en espedos, en cestos, o en zakutos, en función del contenido de ese aguinaldo. Tras esta entrega la casa se hace merecedora, por la generosidad de sus dueños, de recibir la bendición del obispo, quien la imparte en los siguientes términos:

La bendición de Dios Padre,
la bendición de Dios Hijo,
la bendición de Dios Espíritu Santo,
que baje Dios a esta casa y la bendiga,
por los siglos de los siglos, amén.

4. Festejo. Antaño con los alimentos recogidos se hacía una buena comida y cena para todos los integrantes de la comitiva infantil en casa del obispo. En la actualidad se mantiene la celebración de una comida, normalmente en un bar de la localidad, y una cena, ya para los mayores del grupo, en casa del obispo. En los últimos años ha arraigado la costumbre de donar los alimentos a alguna institución benéfica y con el dinero recaudado se realizan excursiones, se adquieren juegos o se realizan también donativos.

Ropas y complementos

A la hora de vestir, se porta una indumentaria específica para este día. El obispo cubre su cuerpo con una túnica roja, desde el cuello hasta los pies, ceñida con un fajín del mismo color. Sobre ésta coloca un roquete blanco que le llega hasta algo más debajo de la cintura. Esta prenda de tela blanca luce puntillas en las bocamangas y en la parte inferior, por debajo de la cintura. Sobre el roquete, tapando los hombros lleva una capelina, o esclavina, de color rojo. Sobre la cabeza lleva mitra de color marfil, con cenefas y adornos dorados en su exterior, y de color rojo en su parte interior; de la mitra, en su parte trasera, cuelgan dos piezas alargadas con los mismos colores que la propia mitra, es decir, marfil en su parte anversa, y rojo en su parte reversa. En sus manos lleva, y usa para bendecir, una cruz con crucificado, toda ella dorada.
Los canónigos visten ambos, o ambas, de la misma forma: túnica roja desde el cuello hasta los pies, ceñida con fajín de un color gris azulado. Cubren sus hombros con capelina del mismo color que el fajín. Sobre la cabeza un bonete rojo, de cuatro puntas.
El resto de los personajes no llevan ningún atuendo especial, si bien, al alcalde se le distingue por ser portador de una vara de mando y de un zacuto para recoger el dinero; al espedero se le reconoce por ser portador de un espedo antiguo, de hierro, para ensartar en él las longanizas, morcillas, chorizos, biricas, tocino, etc.