Vestidas de negro, se iban del valle en octubre y volvían en mayo. Igual que las golondrinas en sus movimientos migratorios. Y es precisamente así, con el nombre de golondrinas, como se les llamaba a aquellas mozas roncalesas, casi niñas, que antes de la llegada del invierno, andando o a lomos de alguna caballería, remontaban el valle, subían el puerto, y bajaban hasta Mauleón u otras localidades francesas del entorno para ganarse allí un jornal trabajando en las fábricas de alpargatas.

A unas les tocaba hacer suelas de esparto, a otras coser morrera y talón, siempre con el punzón o la aguja en la mano, en animadas cuadrillas. Llegada la primavera retornaban de nuevo a sus pueblos y a sus casas para afrontar las labores del campo que traía consigo la época estival.

Era el momento de cobrar un buen puñado de francos pero no les estaba permitido pasar dinero de una nación a otra por lo que adquirían productos y mercancías como chocolate y relojes, o buenos tejidos y pasamanería que servían aquí para dar realce y categoría a sus trajes roncaleses.

Esto sucedió, año tras año, desde mediados del siglo XIX hasta los años cuarenta del pasado siglo XX. Reconocemos en aquellas mujeres un valor, un sacrificio y un esfuerzo que no queremos que caiga en el olvido.

Golondrinas roncalesas

Las alpargateras trabajaban jornadas de entre 12 y 16 horas. Existen documentos que hablan de más de 5.000 personas ocupadas en las fábricas de alpargatas, la mayoría mujeres. En un estadillo de trabajadores de Mauleón fechado en 1911, se mencionaba el nombre de 933 trabajadoras emigrantes, de las que 221 eran roncalesas y el resto aragonesas. Las “golondrinas” que trabajaron aquel año en Mauleón procedían de Isaba (77), Burgui (41), Uztarroz (42), Roncal (25), Vidángoz (21) y Garde (15). Sus edades oscilaban entre los 25 y los 15 años.

Sirva este panel para recordar a nuestras últimas alpargateras de Burgui. Entre otras muchas: Servanda Aznárez Solanilla (casa Fayanás), Evarista Mainz Lampérez (casa Martineta), Cirila y Trini Gárate Ustés (casa Aso), Micaela Fayanás Mainz (casa Juan Babil), Felipa Ezquer Andreu (casa Juan Grande), María Pérez Pérez (casa Lupercio), Juliana Mina Iriarte (casa Mendive). Y en especial a todas aquellas otras que nunca más regresaron al pueblo que les vio nacer.